jueves, 26 de agosto de 2010

Cuentos Pasteurizados (segunda parte)

VIII


Después de contar todos los escarbadientes que había en la caja recién adquirida en el supermercado (siempre debe uno asegurarse, decía él), el Sr. Don Pilaberga se dispuso a dar un paseo en coche.

Le dijo a su chofer que lo llevara donde siempre y le dio su disco preferido para ese tipo de paseos. Resultaba que Pilaberga tenía una profunda afición por Nicola di Bari. También es cierto que a pesar de su clase y abolengo no entendía italiano...y tampoco sabía que sus grandes éxitos, Nicola también los había cantado en español... por eso cerró la puerta, se acomodó en el asiento de atrás y se aferró al bastón de sus amores. Era un día soleado.

Al frenar en un semáforo se acercaron unos chicos para limpiar el parabrisas. El chofer les dijo que no y el Sr. sacó una mano por la ventanilla con un fajo de billetes de dos pesos. En cuanto los chicos se acercaron para tomar el dinero, el semáforo cambió de color y el coche avazó despacio haciendo que los chicos trotaran al lado del auto para agarrar el fajito que el viejo ofrecía al ritmo de "un trotamondo come me".

Cuando el más pequeño de los pibes se acercó, él lo golpeó de lleno en el estómago con el bastón y lo hizo caer.

El ritmo de la música y el placer de su hobbie hacía al Don reír ahogadamente mientras seguia agitando la muñeca por fuera del coche. Para su desgracia, el otro chico también logró acercarse al auto y a su muñeca. Se agarró fuerte de la puerta y del brazo de Pilaberga y lo mordió hasta hacerlo sangrar. El tipo gritaba y reía al mismo tiempo que el coche pasaba sobre un bache haciendo saltar el disco repitiendo "felicitá-tá-tá".

El niño no pudo soportar más la velocidad y los golpes, por lo que cayó a la calle como su compañero.

Esta vez el auto frenó y el Sr. Don Juan Alberto bajó del coche tapándose la mordida con un pañuelo blanquísimo que se teñía de a poco de rojo. Movió al pibe con el pie y vio que no estaba inconsciente, pero sí muy dolorido y atontado. Tiró el fajito (que sumaba veinte pesos) al lado de la cabeza del chico.

-Se lo ganaron-dijo, y subió al auto, que al cabo de unos segundos arrancó dejando en el aire el tarareo de Nicola.



IX
En el Bulo había una nueva chica, que una vez limpia irradiaba una belleza incomparable respecto a las otras. Una belleza osada y con calle, un semblante triste y algo duro, buenos pechos, cintura deseable. Sin Nombre se llamaba, pero para trabajar, las chicas le recomendaron que se pusiera Sarja.

Ella se miró al espejo entera y pensó en su niño, después se fue para el salón a trabajar su primera noche sin vergüenzas.

Esa noche, el local estaba lleno y las chicas paseaban con copas y bailaban con los clientes mientras la Puta Cremosa la reservaba a su lado indicándole cómo debía comportarse y servir.

-A ver quién se acerca- decía - ¡Y cuánto ofrece! Estos guachos se creen que porque sos puta sos sirvienta. Mirá, los tipos son sencillos, tenés que estar siempre contenta y agitar el ganso con cara de feliz cumpleaños. No piden mucho más. Vos decidís si besás o no, eso es a criterio de cada una, pero mirá, ahi viene uno gordo...Señor Don Pilaberga ¿Cómo dice que le va? Ella es Sarja y está para estrenar ¿Le apetece probar una golosina nueva esta noche? Mire qué linda...

-¿Está entera? - interrumpió él

-¡Todas las chicas están enteras! Dejeme decirle que en esta residencia jamás hubo casos como en lo de La Polaca- acotó molesta.

-Aahh sí- recordó el viejo entre dientes mientras tomaba a Sin Nombre por el mentón y la escrutaba como si fuera un novillo a premiar - ¿Y vos qué decís, tenés ganas querida?

-Las ganas son acordes a los morlacos - se apresuró a agregar la Puta Cremosa que creía que Sarja abriría la boca, sin embargo ella permaneció inmutable frente al viejo, que no dejó de mirarla y sacó del bolsillo un fajo de billetes, esta vez de cien pesos y lo extendió hacia la madama

-Esta vez nos entendimos, Pilaberga-dijo ella mientras contaba los billetes y los guardaba en un bolsillo del vestido- Vayan y diviértanse.

Los dos fueron del brazo a la habitación.

Ella hizo todo lo que le pidió el viejo y él salió con la imperiosa necesidad de volver a probar del néctar silencioso de esa mujer que lo miraba con ojos encendidos de algo parecido a la venganza.



X

¿Qué hará la Otra Gente en la Ciudad de los Hipócritas que Comen Lento?

Habrá gente que viaja en colectivo y contiene el llanto aferrándose a un dije. Habrá gente a la que le da el sol en la cara volviendo dorado el pelo que le tapa los ojos. Ancianos que juegan con perros, niños que bailan en el patio sin música. Existirán unos cuantos que son felices. Habrá quienes aman, quienes temen, quienes tienen pudor, quienes se bañan.

Habrá poetas, cocineros, hortícolas, fabricantes de papel, gente que canta, gente con ansia de Dios, gente que juega en las vias muertas del ferrocarril...

Será enorme esta ciudad redonda que girará en elípsis hasta que se apague la estufa y se vaya por el drenaje...



XI

-A veces pienso que mi existencia es rutinaria- le decía Juan Choborra a Cerecita para hacer tiempo mientras se desvestian.

Ella se reía y se dejaba los zapatos puestos.

-Vos no entendés, yo no quería ser carpintero...¿Vos querías ser una puta?

-Soy una trabajadora sexual-respondió divertida mientras se acercaba haciendo sonar los taquitos en la cerámica helada. Él se levantó de la cama, enojado.

-¿No pensás que sos chica, que el mundo es muy grande?

-El cuarto es grande, la cama es grande, hay que divertirse antes de que se nos arruine la vida. Además ya me pagaste...-y se estiró sobre las sábanas que sonaron con frufrú de viejo.

Juan Choborra se acercó y la tocó desde los tobillos hasta la cola con manos ásperas. La pensó como una cómoda muy bien lijada. Vio la hora en el reloj de la pared y con un desgano de exitación confirmó lo que estaba pensando. Le mordió un seno y de manera autómata la dio vuelta para penetrarla. Cerecita cooperó recordando que hubiera querido ser bailarina o enfermera.

De repente el silencio invadió todo el cuarto y hasta las sábanas dejaron de hacer rido. Juan se levantó sin terminar, se vistió y se fue a dejarle una rosa a la Puta Cremosa.



XII

Fulanita se levanta, toma mate, come tostadas. Mira la temperatura y confirma el vestido para esa mañana.

Resulta que por estas cosas de las instituciones se reunirían ciertos magnates de la beneficencia, en el hotel más importante de la ciudad, para ayudar a los enfermos por medio de una serie de desayunos llamados "Mañanas de elegancia para los necesitados".

Fulanita había conseguido la entrada porque había sido novia del portero. Pero ahora iba por más.

El evento estaba precidido por Conchita Del Quiaca y Pipeta Pogüer, campeonas del donar, que luego de dar su discurso invitaron a todos a sentarse y disfrutar de los manjares ofrecidos por las camareras que tenían alcancías en los cinturones.

Fulanita lo vio en una mesa cercana pero vacía, porque todos estaban bailando un vals de Strauss, y se sentó a su lado.

-Hace bastante que no lo veo, Sr. Don Juan Alberto...

-Es que hace bastante que no voy por esos lados, estuve bastante ocupado

-Está disculpado- ella se dio cuenta que no le estaba mirando el escote, y temió un poco.

-¿Así que UD me dispensa?

-Es que se ha notado su ausencia.

-Lo que se nota es su presencia aquí, Señorita. ¿Tiene usted mucho de más por donar?

-Tengo mucho por hacer...-y lo miró con ojos de mujer.

-Ya veo...-la observó de arriba a abajo analizando no se sabe qué- Entonces estará gustosa de acompañarme durante el desayuno, y después a mi estancia.

-Sería un placer-contestó, y se inclinó sobre la mesa para acercarle la mano.

-Perfecto-dijo él, y se inclinó para recibir la mano de ella-Algunos dicen que tengo que sentar cabeza y ¿Quién dice...?

Fulanita sonrió haciéndose la sorpendida pero pensando para adentro "Viejo: ¡Adentro!"

martes, 3 de agosto de 2010

Cuentos Pasteurizados (primera parte)

I


Fulanita se levanta. Toma mate, come tostadas. Mira la temperatura y se abriga. Mira el reloj, mira papeles. Prepara su cartera y sale a la calle.

La calle todavia está oscura porque es muy temprano; entonces Fulanita camina y ve a unos nenes jugueteando con una bolsa vieja. Los ve y se compadece. "Mañana los llevo a desayunar" se dice. Y sigue caminando a la parada del colectivo.

Mientras espera viene una mujer oscurecida de mugre amamantando a un nene que llora con la teta en la boca. La mujer le pide unas monedas. Pero Fulanita tiene las monedas justas para viajar, con la falta de monedas que hay, y no tiene billetes chicos para cooperar y ser buena. Se disculpa y se sube al colectivo. Llega al trabajo y trabaja, se gana su pan. Sale a almorzar, vuelve y trabaja. Se gana su pan.

Y cuando vuelve a su casa prende la tele, prepara la comida, come su comida, ve la tele, se indigna por las candidaturas testimoniales y sabe que mucho no puede hacer. Se indigna pero está contenta porque puede pensar, porque por suerte fue a una facultad medio progre que le abrio la cabeza para poder darse cuenta de que todo es mierda.

"Es tan fea la realidad. Tanta impotencia da" piensa Fulanita "Que se yo, por lo menos sé que esto no es lo normal, que no es así" piensa.

Sabe que los medios están comprados y que la tele le miente, no como cuando el hombre fue a la luna ¡Qué momento de verdad, de impacto! pero al fin y al cabo siempre miente.

"Porque hay hambre y dolor ¿Verdad? está todo eso feo que la gente no quiere ver porque está ocupada" piensa Fulanita que es una persona consciente que ve lo real. Por eso va al trabajo, se gana su pan, se come su pan y siempre lo comparte cuando tiene cambio de cinco.



II

Estaban Juan Choborra y Fulanita tomando un café en el bar del Judío Mordiscón, hablando de la vida, del trabajo, el clima y sus apetencias sexuales. Resulta que a Fulanita le gusta que le peguen y a Juan Choborra casi no le gusta estar arriba.

Justo cuando estaban terminando el cortadito entró por la puerta el Señor Don Juan Alberto Pilaberga, que se sacó la galera negra, el sacón y se sentó con los otros dos, dejando a un costado su bastón con puñera de plata.

Los tres se saludaron cordialmente y pidieron otros cafés.

Entonces, después de debatir un buen rato sobre el porqué de la crema en el café Fulanita se dio cuenta que lo otros dos le estaban mirando el escote.

Entonces, por supuesto no dijo nada y se cruzó más de brazos para que se le abultaran sus eternas compañeras; porque era más que divertido ver al abstemio y al diputaducho ese regodearese en sus fantasías.

Mientras tanto, para poner algo de seriedad pensó en comentar un poco sobre los derechos de la mujer y su incidencia en los avances de las Ciencias, sobre todo las Sociales, y la importancia que habia tenido el accionar de esos avances en lo político y económico. Y cuando comentaba que quedaba mucho por hacer todavía en esos campos de la revolución femenina volvió a ver al Señor Don Pilaberga y a Juan Choborra mirarle las tetas...igual que se las miraba aquel novio del Pe Oh que había tenido en la facultad, y recordó lo reales y conscientes de sus encuentros y en como iban a cambiar el mundo desde el baño de la facultad, o en aquellos petitorios infinitos, y toda esa esperanza que ponía mirándolo a los ojos cuando él le pegaba como a ella le gustaba. Y se vio ahí hablando con dos imples babosos pajarones y se avergonzó un poco. Por eso dio por terminada la charla. Quiso pagar el café, pero por suerte el Señor Don Pilaberga los invitó a los tres, así que salió a comprarse un corpiño con push-up.

De la misma manera, Juan Choborra, algo exacerbado partió al Bulo de La Puta Cremosa, y el tercero, el señor de la galera negra decidió pasar al baño para darle otro uso a su bastón con puñera de plata, que una vez más le servía para satisfacer otro de sus placeres, el segundo después de golpear a los niños mendigos desde su auto.



III

En la Ciudad de los Hipócritas que Comen Lento viven muchas personas. No debéis creer que todos son hipócritas y mucho menos que todos comen lento, solo que los fundadores de dicha ciudad la llamaron así porque un día "les pintó". A pesar de esto último, tampoco debéis creer que en esta ciudad no existen hipócritas ni gente que coma lento y mucho menos que no exista la tradicional combinación de ambos.

Existe y es bastante común ver a alguien comiéndose un helado totalmente derretido sobre el cucurucho, u otro diciéndole a un amigo que no se preocupe, que su esposa le es muy fiel y después de esto irse con ella al hotelucho más conocido a ver la noche de colores.

También cabe la posibilidad de ver a la esposa comerse el cucurucho totalmente derretido sobre la mano de su amante y después decirle a su marido lo fiel que le es.

En fin, la idea no es aburriros, sino dar cuenta de lo diversa que es la Ciudad en la que ocurren una serie de eventos conocidos para los extranjeros, pero absolutamente normales para los habitantes de la Ciudad de los Hipócritas que Comen Lento.



IV

La vida de Juan Choborra es así


6.00 am Suena el despertador

6.01 am Se levanta

6.08 am Juan está vestido

6.22 am La pava hirvió

6.25 am Juan toma matecocido

6.36 am Sale a trabajar

7.00-17.00 Trabaja en la carpintería de Bochita López

17.02-20.00 Momento para la recreación, generalmente o bien el Café del Judío Mordiscón o el Bulo de La Puta Cremosa

20.05-22.00 Almuerzo y cena

22.00-23.00 Televisión

23.10-5.59 Dormir



Nota: Le decían "Bochita" porque cuando era un bebé su abuelo lo olvidó dentro de una cancha de bochas y un tiro inesperado lo marcó para siempre.



V

"Tal vez sea lo mas lógico el juzgar por el sonido de la voz" pensaba la Puta Cremosa (que en realidad se llamaba Eloisa de las Cremas) cuando atendía a los clientes que entraban al Bulo. Algunos con voz de pito, valga la redundancia y otros con contrabajos espeluznantes. Sin embargo, Eloisa siempre se quedaba pensando en la voz de Juan Choborra que era penetrante y organizada como él mismo, valga la redundancia.

Ella lo atendía personalmente porque le gustaba su voz, hasta que una vez se encontró empujando con amor y se asustó. Desde entonces decidió dejarselo a Cerecita. Él se sorprendió sin placer con la niña nueva y se dio cuenta que se le movía el piso por una prostituta cuarentona...

Dejó que lo atienda Cerecita.



VI

El Señor Don Juan Alberto Pilaberga siempre le había resultado muy atractivo a Fulanita.

Tenía cierto poder, había sido diputado, tenía campos, no se había casado nunca y lo fundamental: era muy mayor. En un par de años palmaba y ella sacaba una buena tajada, aunque seguro también donaría una buena parte a la Fundación Salva al Loro.

Desde aquella tarde en el Café le había entrado interés por el viejo, aunque siempre lo vio medio perverso.

Tomando el té, se propuso tomar cartas en el asunto.



VII

Hoy murió un niño en la Ciudad de los Hipócritas que Comen Lento. No despertó porque no pudo comer ni lento ni rápido.

El anochecer en la vereda podía ser muy vistoso. Y podía lavarse el dolor en el rostro de una mujer con su niño colgado del seno por la certeza de que tal vez el pequeño volaría al atardecer.

Unas llamas en las vías del tren lo ayudaron a volar y después de ver su seno vacío, la mujer también decidió tomar cartas en el asunto.

SueñoS

Soñé que caía mientras soñba
Creí que lloraba mientras caía
mientras soñaba mientras dormía

Sentí que era el sol cuando soñaba que caía y lloraba

Miré las paredes pequeñas mientras lloraba que caía

Maté con puños en el sueño en el que caía

Caí al cielo y golpeé al sueño

Escupí fuego, tierra y lloré.

Con ojos de muerte me observó la víbora
y quemó mi brazo con dientes secos.

Yo corrí mientras caía y desperté en el sueño en el que dormía.

Yo corté a la serpiente que sangró sin amor.

Yo quemé su veneno por fin.
Y caí al cielo y golpeé el sueño
otra vez...

Me abrí los ojos y no soñé más.

Libr Asosieishon

Continúa, vuelve, traza y escribe...






Volvamos a escribir...aquellas cosas...que se nos cantan las pelotas.....





.................. Hijos

............................ Jopotropos

........................................... Maníes

.............................







Hoy Silvita mató una polilla...

Aplaudió y cuando se dio cuenta era una asesina...



-Gracias

-No hay de qué



Tocó la puerta durante tres horas, tiempo suficiente como para darse cuenta de que no habia nadie en casa...



Despues silvita se avergonzo cuando tuvo que ir al almacen a comprarle a su mama un yogurth para el transito intestinal



Silvita tenía un tío pelado que tenía un loro que siempre le decía - ¿Qué haces cara de huevo?

Entonces el tío le tiraba un almohadón y tanto el loro como Silvita se iban riendo a más no poder.



A Silvita le gustaba esconderse en un placard a comer kinotos.
 

Retrato

En tu rostro pueden cultivarse girasoles.


En el gesto de tu boca medio abierta.

En la caída de tus ojos con pestañas.



Hoy teñiría con tu aliento denso cada punta de mi piel y con tu rostro que no se mueve pero respira alargaría las mañanas tenues.

En la quietud de tus mejillas que sonríen plantaría girasoles; para despertar entre tus cejas despeinadas; para bailar en los lóbulos de tus orejas silenciosas.



Girasoles para Amanecer.

Girasoles para besar tu boca calma.

Girasoles para el sol de ver tu sueño...

lunes, 2 de agosto de 2010

Re-Flexiones (Lagartijas de brazos)

1
Acostado sobre raíces a veinte mil kilómetros de distancia de algún lugar feliz no me miras porque no estoy ahí. Me buscás pero no estoy cerca ni lejos de vos. No te levantás de tus raices. No tenés rostro. No tenés cuerpo. No tenés casa ni pecho. Solo me buscas y yo no hago más que esperarte, que trazarte en el aire con los dedos helados.
Yo sé, yo sé que si te llamo vas a atravezar la tierra para tomarme. Yo te creo que no estás entero y lito todavía. Yo te espero porque te creo.
O tal vez yo estoy en el pasto sin rostro y besando el aire. Tal vez los dos existimos nomás sin saber...

2
Yo ya no sé si hay restos reales, si hay dolores constantes, si hay palabras en mí que digan algo.
Yo ya no sé si piso el piso, si sueño en sueños, si evoco una boca. Ya no sé siquiera qué hacer.
Si es correcto o no sabrá Dios. Sabrá si esto que no sé lo sabré o lo enredaré. Si me planto o planto todo, que al final es lo mismo. Si un bruto papel que se arruga cuando l oapretás conserva aún su sentido. Entonces estas palabras hay que leerlas aunque te duelan...Hay que caminar más...Hay que actuar más...

3
Te voy a escribir todo en un cuento para que no sepas que quiero que aprendas. Para que creas que alguien inteligente hace siglos supo lo que sentís.
Voy a ser anónimo. Un trazo, una tecla, un dedo en un vidrio empañado.
Y te voy a ver leer de un cuaderno perdido. Te vas a confundir y te vas a enamorar de esas letras y tal vez me confíes ese secreto.
Tal vez te ayude a divisar un rostro ajeno o a prepararte una naranjada sin azucar...

Encuentro

Porque con ojos de hombre viste a la niña adormecida en la retama.


Con labios de hombre respiraste el perfume de su sueño.

Con paso de hombre te acercaste a su cabello y con la veracidad de un humano cercenaste ese instante y huiste tras los cerros a refugiarte en la misantropía del niño que sufre.

La mujer en los ojos acarició la retama y con movimientos de dama lo siguió hasta el cerro.



Su ritmo constante alcanzaba al niño, que con confianza de hombre trepaba a un quebracho.



La niña intuyó la distancia tan corta y miró para arriba.



El niño la observó con manos curtidas y ansia de hombre. Por eso se bajó del árbol. La encontró cansada y tranquila, domada y radiante.



La niña descubrió sus pies en la tierra seca.

El niño mostró sus rodillas en la corteza.

La niña soltó su pelo en el viento quieto.

El niño sonrió sus dientes en el agua clara.

Y después cada uno se volvió



Recuerdo que en cierto momento me devolviste la mirada y tu silencio enmudeció hasta a los pájaros.



Tan cercano a ser hombre estabas, que no me di cuenta lo chico que eras...